lunes, marzo 16, 2015

Psicología y practica Ética



Ponencia - IV Congreso Regional de la Sociedad Interamericana de Psicología

Santa Cruz de la Sierra – Bolivia 20,21, 22 y 23 de Junio 2012


Mesa temática

Cuestiones Éticas en la práctica profesional
La responsabilidad ética y profesional
en el abordaje de la complejidad humana en la consulta clínica

*Paula Benedict de Bellot

Las siguientes reflexiones derivan de la situación actual de la práctica en psicología en el departamento de Santa Cruz, ya que en los últimos diez años el incremento en la matricula y de los egresados de la carrera de psicología de las diferentes universidades se ha incrementado notablemente, y si bien en el transcurso de la formación de éstos jóvenes profesionales consta una materia sobre ética profesional, las instancias de regulación del ejercicio profesional no dan cobertura a todos los psicólogos en ejercicio, debido a que la colegiatura o asociación a los entes gremiales no es obligatoria en el país, por tanto una mayoría de la población de psicólogos esta desmarcada de la vida institucional y desconoce de la existencia de las instancias de guía o apelación en asuntos de la ética profesional en nuestro departamento tanto como a nivel nacional

Sobre la competencia profesional y condiciones personales previas a la atención de pacientes o prestación de servicios de consulta psicológica
El consultante o paciente recurre a la consulta psicológica ante el imperativo de un estado de malestar psicológico que le conduce a buscar una salida asistida para su problemática particular. En ese entendido el profesional psicólogo se convierte en el depositario de las angustias y expectativas de cura de una persona real inmersa en una dimensión histórica particular. Ésta persona al momento de recurrir a  consulta siente una necesidad casi urgente de lograr un estado de mayor equilibrio personal. A pesar de las resistencias defensivas que suelen activarse en el paciente, éste se encontrará frente su contraparte, el terapeuta, en una situación de cierta fragilidad; lo cual obliga al profesional, asumir, incluso antes que un criterio técnico psicológico, una postura ética frente a la condición humana de la persona que tiene frente a sí, ya que ésta se encuentra en un estado de necesidad que demanda al psicólogo una atención que debe garantizar la solvencia ética y de conocimiento suficiente por parte del profesional, para realmente poder aportar al logro de un estado de mayor bienestar del paciente. 

 La condición ética del psicólogo no puede ser solamente un enunciado teórico o académico aprendido en el aula universitaria, o ser fruto del mero cumplimiento de las reglamentaciones formales de los códigos de ética profesional, sino que debe partir en primera instancia de un profundo convencimiento sobre la vocación de servicio de una profesión como la psicología, así como de una práctica ética personal, consistente y permanente, no sólo en el rol de profesional, sino de forma integral como persona frente a su prójimo y a su comunidad.

Los principios éticos de: Dignidad Humana, Beneficencia, Autonomía y Justicia,  sobre los que realizan las presentes consideraciones y que conceptualmente son comunes a muchos códigos de ética de la psicología; tienen en sí mismas una larga génesis y evolución tanto psicológica, social y cognitiva para cada sujeto. Por tanto al momento proponerse la práctica ética de la profesión, será fundamental reflexionar sobre el propio proceso de  construcción de la conciencia ética y evaluar el estado de desarrollo de la misma, esto previo a comprometerse en el ejercicio profesional como psicólogos. Para tal fin resulta de enorme valía contrastar las propias ideas o supuestos éticos con otros profesionales del área que sean de reconocida trayectoria ética y profesional.

Poder recurrir a mentores o terapeutas de psicólogos, resulta una figura ampliamente difundida en las diferentes escuelas psicológicas y debía considerarse como una práctica común y condición; que psicólogos noveles, otros con práctica no muy prolongada o que están atravesando por algún periodo crítico en su propia vida, decidan por responsabilidad recurrir a la consulta de colegas con amplia experiencia para contar con su asesoramiento, pues la complejidad del objeto de estudio así lo demanda. 


 Para ello es condición dejar de lado la omnipotencia personal, pues hay que ser claros en éste punto y tener el convencimiento que el saber del psicólogo es una tarea siempre inacabada, el estudio y comprensión del fenómeno humano, requerirá siempre, mientras dure el ejercicio de la profesión de un permanente perfeccionamiento, no solo mediante la actualización académica, sino también por medio de la lectura sistemática y autónoma, también el control de casos habitual o cuando fuera necesario, siempre en observancia de las normas de confidencialidad. Aunque esto último puede estar sujeto a la subjetividad de cada profesional en cuanto a considerar o no necesario recurrir a la opinión de otro colega, hay que definir  que se trata de una práctica que debe estar incorporada en el trabajo cotidiano de todos los psicólogos y especialmente en el caso del psicólogo clínico.
Es común que las faltas a la ética profesional deriven del escaso conocimiento y defectuosa aplicación de los principios y normas éticas e incluso de una incorrecta forma de seguir procedimientos para llevar a cabo los diferentes servicios que se prestan como profesional; como ser: las relaciones duales, la superposición de funciones institucionales/práctica privada, la modalidad de cobranza de honorarios, el tipo de contrato con cada consultante, la competencia desleal, la apropiación de derechos de autor y otros son asuntos relativos a la forma de establecer convenios de trabajo, estos son de delicada atención ya que la contravención de normas éticas y procedimentales puede derivar con cierta facilidad hacia situaciones de mala praxis y las consecuentes demandas por parte del cliente con todo lo que ello supone.

Otro elemento a considerar y que en muchas veces se soslaya durante la formación académica y al iniciarse el psicólogo en la práctica profesional, es que se debe cumplir con  un requisito fundamental: haber atravesado por el propio proceso terapéutico en acompañamiento con un colega experimentado a fines de posibilitar un adecuado manejo de la transferencia y contratransferencia  cuando le toque la atención de pacientes. La coherencia y habilidad para poder separar las proyecciones del paciente de las propias como terapeuta,  radica en la elaboración previa de la propia conflictiva psicológica; de lo contrario dicho manejo puede tener consecuencias imprevisibles e impedir una intervención profesional adecuada, lo cual ciertamente va en desmedro del consultante.  ¿Cómo podría un psicólogo que no ha pasado por la experiencia de aprendizaje de haber sido paciente, atreverse a jugar un rol de omnipotencia terapéutica frente al consultante?
Otro asunto vital es que no todos los casos pueden ser abordados por todos los psicólogos, pues la práctica y la formación van definiendo áreas de especialidad, por ejemplo el tratamiento de personas que adolecen de adicciones requiere de un abordaje especializado de la clínica, de ninguna forma un profesional debería tomar éste tipo de casos por cuenta propia sin la experiencia de respaldo o sin el acompañamiento médico correspondiente. Así mismo en los grandes cuadros psiquiátricos, la derivación oportuna hacia colegas especializados y la consideración de tratamientos médicos complementarios es de rigor para la práctica responsable.

El parámetro ético de la competencia profesional, supone que el profesional psicólogo ejercite regularmente un grado importante de esfuerzo intelectual y de iniciativa  sostenida en el tiempo para formarse continuamente, pues no hay que perder de vista que la herramienta primordial de todo psicólogo es su propia persona. Bajo esa premisa hay que entender que la intervención ética, intelectual y personal, no puede ser sustituida por la compra de ninguna herramienta tecnológica o material; el incremento del estado de bienestar emocional del paciente depende del acierto con el cual el psicólogo consiga desentrañar la conflictiva de cada sujeto y de cómo sepa jugar su papel como contraparte significativa para que el consultante vaya encontrando los caminos alternativos en su vida en pos de un mayor equilibrio emocional y mental.

La relación terapéutica o prestación de servicios profesionales
Al iniciarse la vinculación terapéutica o la prestación de servicios, se requiere de parte del psicólogo, haber cumplido no solo los requisitos académicos de titulación de la carrera, sino haber considerado las condiciones previas al ejercicio profesional mencionadas en el acápite anterior.
Durante la primera entrevista el consultante debe entrar en conocimiento el tipo de terapia que se aplicará para el abordaje de su caso, así mismo se le informará de un tiempo mínimo aproximado que se requerirá para que se hagan perceptibles los primeros indicios de esclarecimiento y mejoramiento en relación a la problemática de consulta. Es vital que el consultante esté al tanto de que la duración de un proceso terapéutico clínico se extiende generalmente  por varios meses a partir de la primera consulta y que  depende también del tipo de cuadro que presente el sujeto de terapia.
Así mismo el contrato por los honorarios debe indicarse de antemano y tomar como referencia mínima los aranceles profesionales fijados por las organizaciones profesionales reconocidas en el medio, llámese Colegio de Psicólogos o Asociación de Psicólogos, a nivel nacional o departamental, se trata de una referencia monetaria necesaria para no menoscabar la profesión mediante la competencia desleal. La forma de pago y frecuencia de sesiones de terapia deben acordarse con cada persona y es recomendable el cobro por sesión o mensualidad, no se realizarán cobros por adelantado por tiempos prolongados de más de un mes, ya que tanto el consultante como el terapeuta pueden suspender la relación terapéutica; en el caso del paciente por desistimiento y en el caso del profesional por derivación del caso o por suspensión de su servicio. En el último caso se deberá brindar al paciente información sobre otros profesionales a los que éste pueda recurrir para que  pueda continuar su terapia.
Se establece una diferencia con los procesos de diagnóstico los cuales suelen tomar un tiempo limitado entre tres a seis semanas para entregarse un informe, dependiendo de la batería diagnóstica que se utilice y de la frecuencia de visitas semanales que se pacten para ese fin. En caso de que el consultante le solicite un informe el profesional está en la obligación de emitirlo en un plazo determinado y acordado, aunque el proceso de terapia no sea continuado con el mismo profesional.
Una vez establecido el acuerdo terapéutico, el cumplimiento del mismo es vital para poder obtener la mejoría emocional buscada o la resolución de la conflictiva. El terapeuta advertirá al paciente que la suspensión del trabajo terapéutico implica el detenimiento en la resolución de la problemática de consulta. Aún así el paciente tomará libremente la decisión de continuar o no con la terapia.

 El enfoque terapéutico de cada profesional, es una cuestión de formación académica y de elección teórico práctica que efectúa cada psicólogo, luego de haber estudiado y analizado las principales y diferentes corrientes teóricas de la psicología. Es fundamental que todo el proceso de tratamiento del paciente sea coherente con dicha configuración y que la intervención ofrecida se enmarque dentro del cuerpo teórico y científico de la psicología sin generar confusiones con enfoques o intervenciones o con  terapias alternativas que no forman parte del campo de las ciencias psicológicas. Lo fundamental es que la intervención a ser realizada se enmarque en un abordaje psicológico de reconocida conformación teórico práctica (científica) y  que provea al consultante de herramientas que le permitan mejorar su estado emocional, de bienestar, su enfoque hacia la realidad y que le ayuden a incrementar sus competencias de autonomía y equilibrio personal en los distintos ámbitos de su vida.

Sobre la Confidencialidad
El tratamiento confidencial de la problemática de cada persona, debe resguardarse siempre. Si hubiera necesidad de comunicar algunos asuntos a familiares o a profesionales que estén trabajando en el equipo para la atención del paciente se debe contar con el consentimiento expreso del interesado incluso en casos de menores de edad, en la medida que estén en uso  de la razón.
Los diversos manuales y tratados de ética del psicólogo nos brindan una serie de pautas  prácticamente universales que habrán de tenerse presentes al momento de tomar decisiones sobre comunicar tópicos relativos al caso, en ambientes de consulta privada, institucional o legal. El principio básico es el de preservar la vida y la integridad del sujeto, así como evitar daños a terceros.

La confidencialidad es la base de la confianza y de la vinculación terapéutica, pues en  muchos casos existen asuntos tratados en consulta que el sujeto no ha comunicado a ninguna otra persona  que no sea el terapeuta. El develamiento de tales contenidos de por sí es altamente complejo y angustiante para el consultante y suelen ser expuestos luego de cierto tiempo de trabajo en la consulta; cuando ello ocurre el grado de confianza alcanzado en el psicólogo es considerable y por ningún motivo salvo las excepciones que la ética franquea, nunca debe ser traicionado.
 El ejercicio de la confidencialidad favorece  construcción de la relación terapéutica y es parte del perfil profesional del psicólogo, se constituye en un baluarte de la profesión, prácticamente es una de las condiciones que más toma en cuenta y que espera el consultante cuando recurre a un psicólogo


Aunque las comunicaciones del paciente no fueran altamente comprometedoras a los ojos de otras personas, igualmente requieren del mismo tratamiento confidencial, ya que en su conjunto hacen a la intima conflictiva  que cada persona guarda celosamente para sí misma.
Las emociones asociadas a los contenidos del pensamiento o del discurso del consultante son de alto impacto en la percepción de sí mismo; el trabajo de elaboración de los aspectos o circunstancias que el paciente considera dificultosas y que le proveen fuente de temor, culpa, vergüenza, intensa tristeza o ira, suelen generar inseguridad, insatisfacción consigo mismo, problemas en las relaciones interpersonales e imposibilidades para confrontar adecuadamente la realidad, por tanto en la terapia siempre se implican instancias de intima reflexión y en esa medida requieren, sin importar la envergadura de la problemática de una consideración privada y confidencial como marco de la profunda reflexión que se encara en una terapia.

Durante el proceso terapéutico
Durante el desenvolvimiento del acontecer terapéutico la competencia profesional y la observancia de la confidencialidad  se amalgaman y constituyen la base del trabajo con el paciente o consultante. El fenómeno psicológico que se transmuta en palabras, habrá de alcanzar paulatinamente un grado de profundidad en el discurso, así como de compromiso de parte de la persona que consulta como de parte del psicólogo. 

 La persona sujeto de la terapia tendrá acceso a los contenidos más recónditos de sus experiencias emocionales y vitales, en la medida que pueda confiar en el terapeuta.  Esa confianza habrá de construirse gracias a la coherencia teórica práctica y ética del psicólogo, mediante la cual inevitablemente expondrá su competencia como profesional. El paciente en un tiempo razonable consigue descifrar más allá de su comprensión sobre la técnica del terapeuta, la competencia de quién le atiende; pues paso a paso los señalamientos que le son provistos se convertirán en puntos de apoyo para realizar cambios en su vida emocional y relacional; en ese contexto la competencia profesional es puesta a prueba. Si bien es el sujeto en persona el que ejecuta cambios concretos en su vida relacional, son los esclarecimientos viabilizados por el psicólogo los que alumbran el entendimiento del consultante; de ahí derivará la identificación que el paciente hace de las competencias de su consultor; caso contrario se hará evidente la incompetencia.

En éste punto el principio de Autonomía es un referente para el terapeuta, a la vez que para el consultante. Durante el proceso se debe garantizar, que con plena libertad el sujeto analizado pueda tomar decisiones personalísimas al momento de instrumentalizar las reflexiones surgidas durante las sesiones de trabajo con el consultor psicológico.  A su vez el esclarecimiento progresivo en el que se sumerge el consultante permitirá que sus procesos cognitivos adquieran mayor precisión lógica en su ajuste a la realidad, así como en su discernimiento sobre lo que le conviene realizar. Igualmente el consultante debe tener el recurso de poder concluir con la relación terapéutica si lo viera conveniente o si a su criterio ha logrado en alguna medida los objetivos de su tratamiento.
En éste entendido el principio de Responsabilidad direccionará la intervención psicológica, constantemente por el camino del perfeccionamiento sostenido, más allá del campo de conocimiento de la psicología, pues  la exploración de disciplinas afines como la filosofía, la antropología, la sociología o las ciencias médicas se convierte en una actitud y a la vez en una competencia profesional indispensable para considerarse como un profesional dentro de las ciencias humanas. 

 La formación integral del profesional psicólogo permitirá sostener el prestigio de  dicho ejercicio, así como asegurar la efectividad de las intervenciones; de los contrario se corre el riesgo de vulgarizar la profesión y llevarla al rango de un mero ejercicio técnico de algunos saberes de la psicología o a caer en la práctica de la simple consejería de buena fe.

Al hacer hincapié en la observancia de la conducta responsable por parte del psicólogo, estamos analizando y considerando,  que la sociedad moderna se ha encargado de vulnerar sostenidamente el ejercicio de muchos de los principios éticos universales. Los individuos se ven expuestos cotidianamente a situaciones carentes de principios y normas éticas,  lo cual bajo el influjo de la cotidianeidad,  se va vivenciando como “normal” por el ciudadano común. Es así que el desarrollo moral y ético de las personas encuentran barreras sociales y actitudinales dentro del entorno próximo que impiden de alguna forma el arribo a una gestión autónoma y reflexiva de la práctica ética individual.
En ésta lógica la responsabilidad del psicólogo va más allá de la que se aplica en la relación de consulta, pues el ejercicio ético dentro de ésta profesión configura un reducto en donde se protegen, por así decirlo, las conceptualizaciones y prácticas de los principios y valores universales. El propio objeto de estudio demanda que esto sea así,  la concepción filosófica que soporta la estructura ética, es ante todo un basamento sobre el que se apoyan las técnicas y las intervenciones del psicólogo. Por tanto el ser psicólogo decanta en la responsabilidad de convertirse en un referente y a la vez en un guardián de la ética común, no es menos lo que espera el sujeto en consulta.


“La utopía es el principio de todo progreso y el diseño de un futuro mejor”
Anatole France

*Miembro del Tribunal de Honor del Colegio de Psicólogos de Santa Cruz, Past Presidenta del CPSSC