Santa Cruz de la Sierra 17 de noviembre
del 2015
Los recientes
hechos de violencia terrorista acaecidos en Francia en la ciudad de París, han
activado un torbellino social mediático en donde todos opinan y toman partido
de uno u otro lado, unos justifican aunque condenan los hechos de violencia, algunos
piden perdón o condenan y así interminablemente; se puede observar una escalada
de opinión que ojalá arribe a un consenso mundial sobre la importancia de la
paz para toda la humanidad.
Pero lamentablemente
las decisiones sobre el mantenimiento de la paz o el estado de guerra se
encuentran en manos de los supuestos representantes de los pueblos, y que a
vistas claras lo que menos cuidan es el bienestar común. Los intereses
regionales sectarios y egoístas por lo general son exacerbados por los líderes
mundiales y sus cortes; indistintamente de la facción política, económica o
religiosa que representen. Los delirios de poder y de hegemonía están instalados
profundamente en los cerebros de los líderes de los más grandes países tanto así como de las pequeñas tribus que aún están en
la edad de piedra. Los agentes de paz pasan inadvertidos o son convertidos en mártires
y al poco tiempo son olvidados, representan un mínimo de la población que
sacrifican sus vidas al servicio de otros pero al final son deglutidos por el
monstruo de la violencia.
El estado de
obnubilación que embarga a los adictos del poder impide que sean capaces de
considerar la existencia de los otros y de respetar sus derechos. Los fanatismos
religiosos o políticos y sus estrategias de penetración ideológica, a lo largo
de la historia han diezmado ingentes cantidades
de personas a través de las guerras y las persecuciones. Las naciones han
tomado turnos para cumplir la misión homicida contra la humanidad, no se trata
de rusos, de nazis, de gringos, de chinos, comunistas o capitalistas, de
musulmanes o católicos; el tema es que todos son representantes del género
humano. Entonces el cuestionamiento de base debe dirigirse al género humano
como tal; cada terrorista, cada jefe de campo de exterminio, cada dictador
sanguinario, cada religioso homicida, cada soldado, son manifestaciones de lo
humano.
La verdadera
crisis radica en que como género humano estamos en una escala inferior de
evolución no comparable con los animales. Las civilizaciones, los avances
científicos y tecnológicos; bien poco impacto han obtenido en relación a la devastación
que generamos en las manifestaciones de la ira. Poco hemos logrado como humanos
en la domesticación del instinto de muerte y de la ira aplicada sobre nuestros
semejantes; hoy como nunca el asesinato de niños en bombardeos, las hambrunas y
el angustiante estado de inseguridad causado por conflictos bélicos se campean
en enorme cantidad de sitios de nuestro desventurado planeta.
Hasta hoy las
familias, las escuelas, las universidades y las religiones han fracasado en el
logro de la pacificación y del control del temperamento iracundo de la raza
humana. Pues se suele pensar equivocadamente que eso no nos pasa a nosotros, que
eso ocurre en lugares distantes y que no es de incumbencia, incluso hay un
aletargamiento ante las noticias que se emiten en televisión, es como si esos
hechos violentos ocurrieran en otra dimensión paralela a nuestra realidad.
Un pequeño pero
gran paso sería que todos los integrantes de la humanidad pudiéramos reconocer la
actualidad de los hechos y las violencias que hoy vemos como ajenas. En la
medida que lo logremos también se podrán implementar novedosas acciones
educativas y formativas al seno de las familias y de las escuelas con el fin de
moldear y aportar en un futuro a que se desarrollen generaciones menos
violentas y más solidarias, que estén por encima de las facciones religiosas o
políticas, las cuales adolecen de una perdida de sentido ante la evidencia del
evento violento sobre nuestros semejantes.
Para cerrar
cito una de mis frases favoritas:
“La utopía es el diseño de todo progreso y el
diseño de un futuro mejor.”
Anatole France