viernes, marzo 21, 2025

Las falencias de la memoria autobiográfica como síntoma de malestar a la vista del tratamiento clínico de niños y preadolescentes

 


 Las falencias de la memoria autobiográfica como síntoma de malestar

a la vista del tratamiento clínico  de niños y preadolescentes

 

La memoria autobiográfica se constituye en el anclaje cognitivo en donde se organizan todas las memorias, para dar como resultado un Yo integrado en las dimensiones temporales, dotándolo de habilidades para procesar aprendizajes que permitirán la construcción histórica y significativa de la persona. El fraccionamiento, la ausencia de sentido narrativo y la falta de valoración emocional de los contenidos biográficos afectan notablemente la regulación de las conductas impulsivas, entorpecen el reconocimiento de la propia valía personal e interfieren en el logro de los aprendizajes y el dominio del conocimiento.

 

Al momento de elegir un tema de escritura sobre Psicología Infantil, devino en significativo un problema de presentación recurrente en mi consulta clínica y que hace años se ha convertido en foco de atención; siendo que el camino a su solución es uno de los objetivos terapéuticos durante el tratamiento de pacientes niños y preadolescentes: nos referimos a la ausencia o fallas notables de la memoria autobiográfica (escasos recuerdos, registros de vivencias parciales y fraccionados, olvidos, etc.), así como una casi imposibilidad de enunciarla en la mayor parte se los consultantes. Tomamos en cuenta a niños mayores de ocho años, preadolescentes y adolescentes tempranos; cuyos registros de recuerdos significativos son llamativamente escasos e inconexos, incluso sobre acontecimientos o vivencias de su historia reciente.

 Paralelamente a esta dificultad de las memorias personales solo ocasionalmente, estos niños y jóvenes, poseen algunas estampas difuminadas de la historia familiar; al extremo que muchas veces desconocen en qué trabajan sus padres o cómo se conocieron y formaron pareja, u otros detalles sencillos de la vida en familia. Así mismo poco o nada saben, ni recuerdan sobre sus abuelos y otros familiares, ni siquiera de forma anecdótica aunque ellos estén vivos aún e interactúen con cierta frecuencia.

Ante un poco de insistencia durante las sesiones,  logran reconstruir memorias de algún cumpleaños, un viaje o algún evento familiar, de forma bastante borrosa, carente de vivencias anecdóticas y con nexos emocionales débiles. Tal es así, que también se ve afectada la percepción de los diferentes estados emocionales ligados a las experiencias cotidianas del pasado inmediato y aún más si esos retazos de memoria son lejanos en el tiempo.

Esta dificultad se convierte en un problema y en una barrera para el proceso terapéutico, puesto que si bien se elaboran contenidos emocionales y preocupaciones por medio de la técnica del juego con los más pequeños, se requieren de las memorias personales y de su enunciado, para poder integrar al sujeto en  la red emocional con sus seres significativos, así como para lograr la desarticulación del malestar que lo llevó a consulta.

Mencionaremos en este escrito, tres tipos generales de motivos de consulta donde este indicador; la ausencia o las fallas de la memoria autobiográfica resultan notables: 1.- los problemas de conducta disruptiva o agresiva, 2.- las dificultades de integración social por timidez y baja autoestima 3.- problemas de aprendizaje, bajo rendimiento escolar y problemas de atención. Situaciones que suelen presentarse combinadas con frecuencia.

Por lo que compete a éste ensayo, se analizará la disfuncionalidad de los procesos de la memoria autobiográfica como un indicador o síntoma específico pero no único,  de las dificultades cognitivas o emocionales que presentan dichos pacientes. Habremos de entender que se abordan también durante la intervención, otros factores participantes como, la estructura del grupo familiar, las relaciones primarias del sujeto con sus figuras paterna y materna (o sus sustitutos), la construcción del yo y de sus rasgos de identidad personal, los procesos de maduración psicosexual, la relación con los pares y las habilidades de integración y socialización secundaria.

En el curso de este razonamiento trataremos de comprender por qué resulta importante el tomar en cuenta dicho proceso cognitivo en particular; pues simplemente sin memoria no hay nada, dejamos de existir, dejamos de ser. Como enuncia Karina Solcoff (2016) en su bello libro dedicado a la memoria cuando indica al lector que haga el ejercicio de no tener memoria dice: “En un mundo sin memoria el pasado ha sido borrado y el futuro es una dimensión vacía, desde el momento que nada puede proyectarse. No es posible entonces concebir un plan, o una secuencia de acciones encadenadas, o mantener intenciones de acción: en el acto mismo de concebir el primer paso, ya lo hemos olvidado.”  (p. 24)

En la consideración de los casos tratados, no es que estos niños y jovencitos carezcan totalmente de las memorias personales, pero si se denotan obturaciones notables que impiden la adecuada configuración de la memoria autobiográfica acorde a cada edad y como consecuencia una frágil noción del propio yo. La historia individual para ellos, no arroja un registro de valoración y significado, a la vez que carece de sentido práctico o relevancia en el afán de vivir un presente que ofrezca gratificaciones o soluciones instantáneas. El estilo de razonamiento evidenciado en estos casos esta signado por las vivencias inmediatas y preocupaciones del día a día, siendo el interés por el pasado y por el futuro una cuestión incomprensible y de escasa utilidad para ellos.

En la recopilación de información y en la reconstrucción del entorno emocional y vivencial de cada paciente, comprobamos que la función de los padres en la configuración de la memoria personal, posee un estilo práctico y rutinario, en  donde sus papeles como cuidadores y proveedores son los que definen el tipo de relación con sus hijos;  siendo evidente la debilidad en la interacción con los hijos, la cual se caracteriza por: el escaso o inexistente juego compartido, poco dialogo conducido por los padres, negligencia en la participación significativa y conversada sobre la vida familiar o la ausencia de reflexión sobre los diversos estados emocionales surgidos de la interacción humana dentro de la familia. Estas falencias van definiendo la condición de un pensamiento autobiográfico no narrativo que se expresa escuetamente durante las sesiones en forma de recuerdos aislados y desprovistos de tono emocional.

En los dos párrafos anteriores señalamos las disfunciones en la edificación de la memoria autobiográfica, lo cual a nuestro entender afecta directamente el funcionamiento de los otros procesos de la memoria, de la conducta y de las emociones. Por ello entendemos que; la provisión de vivencias significativas y valorizadas gracias a las emociones, al discurso y al lenguaje emocional,  aportarían al ejercicio de los procesos cognitivos, incluyendo la memoria a corto plazo así como la de largo plazo, en especial de la memoria episódica narrativa e incluso a la memoria procedimental. Las memorias conforman un sistema interconectado e interdependiente en el que cada proceso se alimenta o provee contenidos a los otros. La memoria narrativa autobiográfica nos hace esencialmente humanos y diríamos que se encarga de articular la funcionalidad de las memorias atesoradas en nuestro bagaje genético.

La emergencia de la memoria autobiográfica es gradual y se encuentra asociada a herramientas culturales tales como el lenguaje y la narrativa, lo cual está ligado directamente a los intercambios conversacionales entre padres e hijos durante los cuales se habla y se aprende a hablar del pasado, a la vez que se promueven grados de complejidad de la memoria autobiográfica. (Santamaría y Montoya 2014, p. 338) Por tanto esta memoria se nutre de las experiencias con significado y de las palabras de los padres en torno a las mismas; el lenguaje,  la capacidad de narrar y de reproducir experiencias compartidas en el pasado, construyen desde la temprana infancia el continuo temporal de la historia personal y sus inserciones en la historia circundante de la sociedad en que se vive. Las acciones, los eventos, los tiempos compartidos, los acuerdos de convivencia; requieren de la mediación de la palabra para cobrar significado y para poderse archivar en la memoria. La colección de imágenes o de experiencias que no han sido investidas de valor y de las respectivas tonalidades emocionales se desgranarán inevitablemente en el olvido.

La potencialidad humana para percibir su entorno y a los otros, crea innumerables ramificaciones y conexiones con el mundo afectivo,  de ahí que la provisión y acopio de experiencias donde se juegue la calidad afectiva y el lenguaje con intensión de narrar o comunicar significativamente, incrementará exponencialmente la activación de los procesos cognitivos y de las habilidades para el aprendizaje en general. La identidad personal, las conexiones emocionales con los demás, la inserción en la sociedad, así como la resolución exitosa de las actividades de aprendizaje y las de tipo escolar; usan continuamente el trayecto y todas las interconexiones de las memorias para poder manifestarse. Incluso se debe contar con la memoria pre verbal de los primeros meses de vida signada por la relación del bebe con su madre; aunque esos contenidos no ingresan literalmente en la memoria episódica ni narrativa; mas por su fuerza dejan la impronta del afecto de ese presente para constituirse en modelo primario de relacionamiento en el futuro. Así es que las memorias se convierten en la herramienta por excelencia para apropiarse del mundo, para comprenderlo, a la par que han de viabilizar la noción de sí mismo.

El desarrollo de las memorias, cada una en su dimensión, serán de alto impacto en la definición de la persona; el entendimiento del yo narrativo que empieza a configurarse entre los tres y seis años, donde el niño toma conciencia de que posee una historia propia, aunque a veces confunde sus experiencias con otras que le han sido relatadas. Luego  entre los cinco y siete años el niño puede alcanzar niveles más complejos de comprensión de su yo gracias a los intercambios conversacionales que ocurren dentro del seno familiar (Santamaría y Montoya 2014, p. 340). Al momento que los niños pueden compartir sus vivencias lingüísticamente, el yo toma consistencia dentro de las coordenadas temporales; la noción de identidad, la interacción en la sociedad y el aprendizaje en todas sus formas, se asienta sobre el funcionamiento articulado y secuencial de las memorias (operacional, corto plazo, a largo plazo, de trabajo, semántica, episódica narrativa y episódica autobiográfica)

En esta reflexión de ninguna manera se tiene la expectativa de que la memoria autobiográfica se equipare a la de  “Funes el Memorioso”,  un cuento de Jorge Luis Borges, y cuyo personaje adolecía de la imposibilidad de olvidar. El olvido natural es un mecanismo normal que ha de permitir deshacernos de información sobreabundante o incluso de reprimir contenidos angustiantes, pero muy distinta es nuestra preocupación cuando observamos las limitaciones reales en la narración de la propia historia de los consultantes niños y jovencitos. Durante el trabajo terapéutico a fuerza de preguntar y repreguntar o de asignar algunas tareas de recopilación de datos dentro de la familia, se logra que los consultantes esbocen un borrador de la  historia personal, con las limitaciones que ello supone ya que se enuncia en base a los recuerdos de otros. Lamentablemente a pesar de las tareas de indagación asignadas apenas llegan a tener un panorama parcialmente narrativo, pues en el proceso de recolección de la historia familiar obtienen pequeños relatos aislados de algunos episodios personales o familiares.

Pasamos a describir en rasgos genéricos la forma en que impacta la fragilidad de la memoria autobiográfica sobre el tipo de casos citados al inicio:

Sobre los problemas de conducta disruptiva o agresiva:

Nos preguntamos a esta altura de la reflexión, ¿de qué forma las conductas disruptivas o agresivas se relacionan con las alteraciones de la memoria autobiográfica? Podríamos decir que las disfunciones en el control de las conductas o las distorsiones de la socialización, en principio obedecen a fallas en el control de los mecanismos de inhibición de las conductas impulsivas, pero surge una nueva pregunta ¿Por qué se dan estas alteraciones en el control de la impulsividad? Seguramente en unos pocos casos podremos encontrar rastros de disfunciones cerebrales pequeñas o cuadros de hiperactividad como un origen, pero en la mayor parte de casos se encuentra un deficiente desarrollo del lenguaje con intención comunicacional, así como de la conciencia de sí mismo, de la memoria autobiográfica, además de una especie de desconocimiento y falta de empatía con el otro. Estos niños o jovencitos suelen estar prioritariamente enfocados en su vida cotidiana presente, siendo el pasado o el futuro entidades ininteligibles cuyos contenidos provocan enorme pereza para ser pensados y peor aún enunciados. En esas condiciones el pensamiento reflexivo y el sentido de una conducta adaptada  al entorno social y familiar ocupan un espacio reducido en el esquema de acción de lo cotidiano, entonces la urgencia por resolver problemas a la fuerza se impone. Igualmente la intolerancia a la espera, las dificultades para situarse en lugar del otro y así como una urgencia para la obtención de placer inmediato empujan a que el yo naufrague en el presente.

Sobre las dificultades de integración social por timidez y baja autoestima:

En estos casos el mismo indicador, la memoria autobiográfica debilitada, confabula en contra del logro de una imagen de sí mismo valorizada positivamente y con anclaje en la historia personal, de lo cual se podría obtener seguridad y aprecio por sí mismos. Estos pacientes también se encuentran atrapados en las evidencias del presente y en la experiencia directa de su existencia, se sienten inhibidos, descontentos con su apariencia, inseguros para participar y frecuentemente con conductas de aislamiento en sus hogares. En estos casos la apatía y el descreimiento entorpecen las acciones del pensamiento para rescatar las memorias narrativas que podrían otorgar significado al presente, así como dar consistencia al yo. Los escuetos recuerdos que se logran arrancar para ser enunciados luego de delicados interrogatorios, evidencian de nuevo las carencias comunicacionales en el seno familiar. Señalaremos que existen diferencias en la forma de dialogar de los padres con los hijos, mientras unos poseen un estilo más elaborativo, otros tiene una modalidad de tipo repetitivo, ello definirá la calidad y cantidad de los recuerdos en los niños (Santamaría y Montoya 2014, p. 343). La memoria perforada por la escasa simbolización o desarticulada de la carga emocional relacionada con los sucesos individuales y familiares, dificulta la posibilidad de construir un yo integrado en las coordenadas temporales y vinculado en redes emocionales de donde podría obtener fortaleza y aplomo personal.

Sobre los problemas de aprendizaje, bajo rendimiento escolar y problemas de atención:

En el transcurso del proceso diagnóstico y reconstrucción de la historia de los casos con problemas de aprendizaje, podemos constatar que la mayor parte de las veces se trata de sujetos que poseen un potencial intelectual normal o normal superior, aunque en varios de los subtests sus resultados presentan déficits y afectación en el uso de las memorias, inmediata, de trabajo y a largo plazo.

En asociación al tema que nos ocupa hallamos también esa pobreza autobiográfica así como visibles limitaciones para narrar de forma oral o escrita asuntos de la vida personal. Argüimos entonces al igual que en los otros casos, que la  memoria histórica y narrativa débilmente instaurada se refleja en una dificultad general para llevar adelante exitosamente aprendizajes de índole académico con mayor solvencia cognitiva. Pues resultará accidentado el proceso de aprender sin la noción de un yo con un grado adecuado de consciencia de sí mismo y de flexibilidad para moverse dentro de las coordenadas temporales que nos convierten en sujetos históricos y con proyección hacia el futuro. Cuando los contenidos de aprendizaje carecen de nexos con la noción de futuro y con la idea de continuidad del sí mismo en el tiempo, quedan desprovistos de interés para los niños y jovencitos, les resulta incomprensible la posible utilidad práctica de lo que se les impone aprender (otro asunto a tratar será cuestionar si los contenidos impartidos hoy en las escuelas realmente son significativos para la vida y el futuro de los educandos).

Consideraciones finales:

Por tanto en el abordaje de los momentos del diagnóstico y del tratamiento podría ser de utilidad tomar en cuenta lo expuesto con el fin comprender cómo está constituida la memoria autobiográfica en cada caso que se atiende; con la intención de favorecer a la reconstrucción o reorganización de la memoria personal como un elemento del bienestar psicológico.  Al incursionar en la búsqueda, en la activación de los recuerdos y en la develación de la importancia que ellos tienen para cada paciente, encontraremos que existen en estado latente contenidos que los niños y jovencitos habían desestimado y sobre los cuales podemos guiar la edificación del pensamiento y del discurso del yo.

El descubrimiento del hilo conductor de la vida emocional y la historia personal otorgará progresivamente el significado y él porque de los cambios que se proponen durante el tratamiento. Partimos de la premisa que la fortaleza de la memoria narrativa de cada individuo, permite al sujeto integrar su yo en el continuo del tiempo a la par de visualizar y proyectar el futuro.

La memoria y la recuperación de vivencias, son la punta del ovillo del aprendizaje significativo en el entorno emocional, además juega como modelo en el uso de las memorias intervinientes en los diversos actos del aprender. El tejido del presente con las vivencias del pasado habrá de impulsar al sujeto hacia el futuro. Aunque los niños no conciban aún una idea de futuro remoto seguramente podrán esbozar la idea de continuidad si descifran que la vida es un continuo en la que ellos están inmersos y sobre el cual tienen poder de actuar.

La tarea de reparar o de reconstruir la memoria autobiográfica ofrece posibilidades para el fortalecimiento del yo, una vez se encare el rescate de las memorias que salgan a flote, pero habremos de entender que no se pueden fabricar memorias falsas para sustituir la ausencia de recuerdos significativos, la acción sobre el pasado en términos de implantar vivencias ficticias para recordar, es imposible. Lo que sí está al alcance de la mano es ayudar a que los pacientes puedan ser más conscientes de sus experiencias actuales, mediante la elaboración reflexiva de lo que les sucede para que logren dotar de una connotación afectiva sus vivencias; dicho mecanismo actuaría como fijador de recuerdos y de significado. Pero el trabajo terapéutico puede naufragar si en el contexto familiar no se proveen experiencias y diálogos de elaboración lingüística en donde los hijos aprendan a comunicar sobre sus sentimientos, sus preocupaciones, sus aspiraciones y otros asuntos vitales. Hay que diferenciar los intercambios conversacionales dotados de significado de las conversaciones cotidianas sobre las rutinas familiares, laborales o escolares, donde las respuestas a las preguntas: ¿cómo te fue?,  ¿pudiste hacerlo?, ¿qué hiciste?, generalmente son: bien, más o menos, nada, lo mismo de siempre o similares.

El suministro de experiencias significativas mediadas por los padres en conversatorios con los hijos,  aportarían sustancialmente a  la salud emocional y a la integración del yo; incluso si se trataran de recuerdos tristes o de situaciones de conflicto, ya que la historia familiar y personal está conformada no solo de experiencias felices, sino que cursan a la par espacios de confrontación con la frustración y la dificultad, las cuales al ser acompañadas y elaboradas junto con los padres o adultos a cargo, pueden metabolizarse e integrarse en las respectivas historias personales.

Para arribar a los objetivos terapéuticos, los padres requerirán ser partícipes y colaboradores activos para consolidar los desarrollos que se promueven durante el tratamiento, lo cual supondrá modificaciones sustanciales en la calidad y administración del tiempo dedicado a cada hijo; esto implica una dosis de renunciamiento a los fines egoístas de los adultos, así como una regulación de los horarios dedicados al trabajo, cuya extensión  suele servir para argumentar y justificar el abandono emocional y la no ejercitación de la función tutorial que debe ejercerse sobre los hijos, mientras son sujetos en formación.

                                                   

Santa Cruz de la Sierra,  20 de Julio del 2016

 

Bibliografía consultada:

Solcof, K. (2016). Hacer Memoria (1ra. Edición). Buenos Aires Argentina: Editorial Paidos SAICF

Santamaría, A. y Montoya, E. M. (2014) La memoria autobiográfica: el encuentro entre la memoria, el yo y el lenguaje. Recuperado de: https://www.researchgate.net/profile/Andres_Santamaria/publication/233683230_La_memoria_autobiografica_el_encuentro_entre_la_memoria_el_yo_y_el_lenguaje_Autobiographical_memory_An_encounter_between_memory_self_and_language/links/547317290cf24bc8ea19b1d7.pdf?origin=publication_detail

Lecturas inspiradoras:

Quiroga, R. Q. (2015). Qué es la Memoria (1ra, Edición). Buenos Aires Argentina: Editorial Paidos SAICF

Solcof, K. (2016). Hacer Memoria (1ra. Edición). Buenos Aires Argentina: Editorial Paidos SAICF

Golombek, D. (2011). Cavernas y palacios (2da.Edición) Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores

 

 

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