a la vista del tratamiento clínico de niños y preadolescentes
La memoria autobiográfica se constituye en el anclaje
cognitivo en donde se organizan todas las memorias, para dar como resultado un
Yo integrado en las dimensiones temporales, dotándolo de habilidades para
procesar aprendizajes que permitirán la construcción histórica y significativa
de la persona. El fraccionamiento, la ausencia de sentido narrativo y la falta
de valoración emocional de los contenidos biográficos afectan notablemente la
regulación de las conductas impulsivas, entorpecen el reconocimiento de la
propia valía personal e interfieren en el logro de los aprendizajes y el
dominio del conocimiento.
Al momento de
elegir un tema de escritura sobre Psicología Infantil, devino en significativo
un problema de presentación recurrente en mi consulta clínica y que hace años se
ha convertido en foco de atención; siendo que el camino a su solución es uno de
los objetivos terapéuticos durante el tratamiento de pacientes niños y
preadolescentes: nos referimos a la ausencia o fallas notables de la memoria
autobiográfica (escasos recuerdos, registros de vivencias parciales y
fraccionados, olvidos, etc.), así como una casi imposibilidad de enunciarla en
la mayor parte se los consultantes. Tomamos en cuenta a niños mayores de ocho
años, preadolescentes y adolescentes tempranos; cuyos registros de recuerdos
significativos son llamativamente escasos e inconexos, incluso sobre acontecimientos
o vivencias de su historia reciente.
Paralelamente a esta dificultad de las
memorias personales solo ocasionalmente, estos niños y jóvenes, poseen algunas
estampas difuminadas de la historia familiar; al extremo que muchas veces
desconocen en qué trabajan sus padres o cómo se conocieron y formaron pareja, u
otros detalles sencillos de la vida en familia. Así mismo poco o nada saben, ni
recuerdan sobre sus abuelos y otros familiares, ni siquiera de forma anecdótica
aunque ellos estén vivos aún e interactúen con cierta frecuencia.
Ante un poco de
insistencia durante las sesiones, logran
reconstruir memorias de algún cumpleaños, un viaje o algún evento familiar, de
forma bastante borrosa, carente de vivencias anecdóticas y con nexos
emocionales débiles. Tal es así, que también se ve afectada la percepción de
los diferentes estados emocionales ligados a las experiencias cotidianas del
pasado inmediato y aún más si esos retazos de memoria son lejanos en el tiempo.
Esta dificultad
se convierte en un problema y en una barrera para el proceso terapéutico,
puesto que si bien se elaboran contenidos emocionales y preocupaciones por
medio de la técnica del juego con los más pequeños, se requieren de las
memorias personales y de su enunciado, para poder integrar al sujeto en la red emocional con sus seres significativos,
así como para lograr la desarticulación del malestar que lo llevó a consulta.
Mencionaremos en
este escrito, tres tipos generales de motivos de consulta donde este indicador;
la ausencia o las fallas de la memoria
autobiográfica resultan notables: 1.- los problemas de conducta disruptiva
o agresiva, 2.- las dificultades de integración social por timidez y baja
autoestima 3.- problemas de aprendizaje, bajo rendimiento escolar y problemas
de atención. Situaciones que suelen presentarse combinadas con frecuencia.
Por lo que
compete a éste ensayo, se analizará la disfuncionalidad
de los procesos de la memoria autobiográfica como un indicador o
síntoma específico pero no único, de las
dificultades cognitivas o emocionales que presentan dichos pacientes. Habremos
de entender que se abordan también durante la intervención, otros factores
participantes como, la estructura del grupo familiar, las relaciones primarias
del sujeto con sus figuras paterna y materna (o sus sustitutos), la
construcción del yo y de sus rasgos de identidad personal, los procesos de
maduración psicosexual, la relación con los pares y las habilidades de integración
y socialización secundaria.
En el curso de
este razonamiento trataremos de comprender por qué resulta importante el tomar
en cuenta dicho proceso cognitivo en particular; pues simplemente sin memoria
no hay nada, dejamos de existir, dejamos de ser. Como enuncia Karina Solcoff
(2016) en su bello libro dedicado a la memoria cuando indica al lector que haga
el ejercicio de no tener memoria dice: “En un mundo sin memoria el pasado ha
sido borrado y el futuro es una dimensión vacía, desde el momento que nada
puede proyectarse. No es posible entonces concebir un plan, o una secuencia de
acciones encadenadas, o mantener intenciones de acción: en el acto mismo de
concebir el primer paso, ya lo hemos olvidado.” (p. 24)
En la
consideración de los casos tratados, no es que estos niños y jovencitos
carezcan totalmente de las memorias personales, pero si se denotan obturaciones
notables que impiden la adecuada configuración de la memoria autobiográfica
acorde a cada edad y como consecuencia una frágil noción del propio yo. La
historia individual para ellos, no arroja un registro de valoración y
significado, a la vez que carece de sentido práctico o relevancia en el afán de
vivir un presente que ofrezca gratificaciones o soluciones instantáneas. El estilo
de razonamiento evidenciado en estos casos esta signado por las vivencias
inmediatas y preocupaciones del día a día, siendo el interés por el pasado y
por el futuro una cuestión incomprensible y de escasa utilidad para ellos.
En la
recopilación de información y en la reconstrucción del entorno emocional y
vivencial de cada paciente, comprobamos que la función de los padres en la
configuración de la memoria personal, posee un estilo práctico y rutinario, en donde sus papeles como cuidadores y
proveedores son los que definen el tipo de relación con sus hijos; siendo evidente la debilidad en la interacción
con los hijos, la cual se caracteriza por: el escaso o inexistente juego
compartido, poco dialogo conducido por los padres, negligencia en la participación
significativa y conversada sobre la vida familiar o la ausencia de reflexión
sobre los diversos estados emocionales surgidos de la interacción humana dentro
de la familia. Estas falencias van definiendo la condición de un pensamiento
autobiográfico no narrativo que se expresa escuetamente durante las sesiones en
forma de recuerdos aislados y desprovistos de tono emocional.
En los dos párrafos
anteriores señalamos las disfunciones en la edificación de la memoria
autobiográfica, lo cual a nuestro entender afecta directamente el
funcionamiento de los otros procesos de la memoria, de la conducta y de las
emociones. Por ello entendemos que; la provisión de vivencias significativas y
valorizadas gracias a las emociones, al discurso y al lenguaje emocional, aportarían al ejercicio de los procesos
cognitivos, incluyendo la memoria a corto plazo así como la de largo plazo, en
especial de la memoria episódica narrativa e incluso a la memoria procedimental.
Las memorias conforman un sistema interconectado e interdependiente en el que
cada proceso se alimenta o provee contenidos a los otros. La memoria narrativa
autobiográfica nos hace esencialmente humanos y diríamos que se encarga de
articular la funcionalidad de las memorias atesoradas en nuestro bagaje
genético.
La emergencia de
la memoria autobiográfica es gradual y se encuentra asociada a herramientas
culturales tales como el lenguaje y la narrativa, lo cual está ligado
directamente a los intercambios conversacionales entre padres e hijos durante
los cuales se habla y se aprende a hablar del pasado, a la vez que se promueven
grados de complejidad de la memoria autobiográfica. (Santamaría y Montoya 2014,
p. 338) Por tanto esta memoria se nutre de las experiencias con significado y
de las palabras de los padres en torno a las mismas; el lenguaje, la capacidad de narrar y de reproducir
experiencias compartidas en el pasado, construyen desde la temprana infancia el
continuo temporal de la historia personal y sus inserciones en la historia
circundante de la sociedad en que se vive. Las acciones, los eventos, los
tiempos compartidos, los acuerdos de convivencia; requieren de la mediación de
la palabra para cobrar significado y para poderse archivar en la memoria. La
colección de imágenes o de experiencias que no han sido investidas de valor y
de las respectivas tonalidades emocionales se desgranarán inevitablemente en el
olvido.
La potencialidad
humana para percibir su entorno y a los otros, crea innumerables ramificaciones
y conexiones con el mundo afectivo, de
ahí que la provisión y acopio de experiencias donde se juegue la calidad
afectiva y el lenguaje con intensión de narrar o comunicar significativamente,
incrementará exponencialmente la activación de los procesos cognitivos y de las
habilidades para el aprendizaje en general. La identidad personal, las
conexiones emocionales con los demás, la inserción en la sociedad, así como la
resolución exitosa de las actividades de aprendizaje y las de tipo escolar; usan
continuamente el trayecto y todas las interconexiones de las memorias para
poder manifestarse. Incluso se debe contar con la memoria pre verbal de los
primeros meses de vida signada por la relación del bebe con su madre; aunque
esos contenidos no ingresan literalmente en la memoria episódica ni narrativa; mas
por su fuerza dejan la impronta del afecto de ese presente para constituirse en
modelo primario de relacionamiento en el futuro. Así es que las memorias se
convierten en la herramienta por excelencia para apropiarse del mundo, para
comprenderlo, a la par que han de viabilizar la noción de sí mismo.
El desarrollo de
las memorias, cada una en su dimensión, serán de alto impacto en la definición
de la persona; el entendimiento del yo narrativo que empieza a configurarse
entre los tres y seis años, donde el niño toma conciencia de que posee una
historia propia, aunque a veces confunde sus experiencias con otras que le han
sido relatadas. Luego entre los cinco y
siete años el niño puede alcanzar niveles más complejos de comprensión de su yo
gracias a los intercambios conversacionales que ocurren dentro del seno
familiar (Santamaría y Montoya 2014, p. 340). Al momento que los niños pueden
compartir sus vivencias lingüísticamente, el yo toma consistencia dentro de las
coordenadas temporales; la noción de identidad, la interacción en la sociedad y
el aprendizaje en todas sus formas, se asienta sobre el funcionamiento
articulado y secuencial de las memorias (operacional, corto plazo, a largo
plazo, de trabajo, semántica, episódica narrativa y episódica autobiográfica)
En esta
reflexión de ninguna manera se tiene la expectativa de que la memoria
autobiográfica se equipare a la de
“Funes el Memorioso”, un cuento
de Jorge Luis Borges, y cuyo personaje adolecía de la imposibilidad de olvidar.
El olvido natural es un mecanismo normal que ha de permitir deshacernos de
información sobreabundante o incluso de reprimir contenidos angustiantes, pero
muy distinta es nuestra preocupación cuando observamos las limitaciones reales en
la narración de la propia historia de los consultantes niños y jovencitos. Durante
el trabajo terapéutico a fuerza de preguntar y repreguntar o de asignar algunas
tareas de recopilación de datos dentro de la familia, se logra que los
consultantes esbocen un borrador de la
historia personal, con las limitaciones que ello supone ya que se
enuncia en base a los recuerdos de otros. Lamentablemente a pesar de las tareas
de indagación asignadas apenas llegan a tener un panorama parcialmente
narrativo, pues en el proceso de recolección de la historia familiar obtienen
pequeños relatos aislados de algunos episodios personales o familiares.
Pasamos a
describir en rasgos genéricos la forma en que impacta la fragilidad de la
memoria autobiográfica sobre el tipo de casos citados al inicio:
Sobre los problemas de conducta disruptiva o agresiva:
Nos preguntamos
a esta altura de la reflexión, ¿de qué forma las conductas disruptivas o agresivas
se relacionan con las alteraciones de la memoria autobiográfica? Podríamos
decir que las disfunciones en el control de las conductas o las distorsiones de
la socialización, en principio obedecen a fallas en el control de los
mecanismos de inhibición de las conductas impulsivas, pero surge una nueva
pregunta ¿Por qué se dan estas alteraciones en el control de la impulsividad?
Seguramente en unos pocos casos podremos encontrar rastros de disfunciones
cerebrales pequeñas o cuadros de hiperactividad como un origen, pero en la
mayor parte de casos se encuentra un deficiente desarrollo del lenguaje con
intención comunicacional, así como de la conciencia de sí mismo, de la memoria
autobiográfica, además de una especie de desconocimiento y falta de empatía con
el otro. Estos niños o jovencitos suelen estar prioritariamente enfocados en su
vida cotidiana presente, siendo el pasado o el futuro entidades ininteligibles
cuyos contenidos provocan enorme pereza para ser pensados y peor aún enunciados.
En esas condiciones el pensamiento reflexivo y el sentido de una conducta
adaptada al entorno social y familiar
ocupan un espacio reducido en el esquema de acción de lo cotidiano, entonces la
urgencia por resolver problemas a la fuerza se impone. Igualmente la
intolerancia a la espera, las dificultades para situarse en lugar del otro y
así como una urgencia para la obtención de placer inmediato empujan a que el yo
naufrague en el presente.
Sobre las dificultades de integración social por
timidez y baja autoestima:
En estos casos
el mismo indicador, la memoria autobiográfica debilitada, confabula en contra
del logro de una imagen de sí mismo valorizada positivamente y con anclaje en
la historia personal, de lo cual se podría obtener seguridad y aprecio por sí mismos.
Estos pacientes también se encuentran atrapados en las evidencias del presente
y en la experiencia directa de su existencia, se sienten inhibidos,
descontentos con su apariencia, inseguros para participar y frecuentemente con
conductas de aislamiento en sus hogares. En estos casos la apatía y el
descreimiento entorpecen las acciones del pensamiento para rescatar las
memorias narrativas que podrían otorgar significado al presente, así como dar consistencia
al yo. Los escuetos recuerdos que se logran arrancar para ser enunciados luego
de delicados interrogatorios, evidencian de nuevo las carencias comunicacionales
en el seno familiar. Señalaremos que existen diferencias en la forma de
dialogar de los padres con los hijos, mientras unos poseen un estilo más
elaborativo, otros tiene una modalidad de tipo repetitivo, ello definirá la
calidad y cantidad de los recuerdos en los niños (Santamaría y Montoya 2014, p.
343). La memoria perforada por la escasa simbolización o desarticulada de la
carga emocional relacionada con los sucesos individuales y familiares,
dificulta la posibilidad de construir un yo integrado en las coordenadas
temporales y vinculado en redes emocionales de donde podría obtener fortaleza y
aplomo personal.
Sobre los problemas de aprendizaje, bajo rendimiento
escolar y problemas de atención:
En el transcurso
del proceso diagnóstico y reconstrucción de la historia de los casos con
problemas de aprendizaje, podemos constatar que la mayor parte de las veces se
trata de sujetos que poseen un potencial intelectual normal o normal superior, aunque
en varios de los subtests sus resultados presentan déficits y afectación en el
uso de las memorias, inmediata, de trabajo y a largo plazo.
En asociación al
tema que nos ocupa hallamos también esa pobreza autobiográfica así como visibles
limitaciones para narrar de forma oral o escrita asuntos de la vida personal. Argüimos
entonces al igual que en los otros casos, que la memoria histórica y narrativa débilmente
instaurada se refleja en una dificultad general para llevar adelante
exitosamente aprendizajes de índole académico con mayor solvencia cognitiva.
Pues resultará accidentado el proceso de aprender sin la noción de un yo con un
grado adecuado de consciencia de sí mismo y de flexibilidad para moverse dentro
de las coordenadas temporales que nos convierten en sujetos históricos y con
proyección hacia el futuro. Cuando los contenidos de aprendizaje carecen de
nexos con la noción de futuro y con la idea de continuidad del sí mismo en el
tiempo, quedan desprovistos de interés para los niños y jovencitos, les resulta
incomprensible la posible utilidad práctica de lo que se les impone aprender
(otro asunto a tratar será cuestionar si los contenidos impartidos hoy en las
escuelas realmente son significativos para la vida y el futuro de los
educandos).
Consideraciones finales:
Por tanto en el
abordaje de los momentos del diagnóstico y del tratamiento podría ser de
utilidad tomar en cuenta lo expuesto con el fin comprender cómo está constituida
la memoria autobiográfica en cada caso que se atiende; con la intención de
favorecer a la reconstrucción o reorganización de la memoria personal como un
elemento del bienestar psicológico. Al
incursionar en la búsqueda, en la activación de los recuerdos y en la develación
de la importancia que ellos tienen para cada paciente, encontraremos que existen
en estado latente contenidos que los niños y jovencitos habían desestimado y
sobre los cuales podemos guiar la edificación del pensamiento y del discurso
del yo.
El
descubrimiento del hilo conductor de la vida emocional y la historia personal
otorgará progresivamente el significado y él porque de los cambios que se
proponen durante el tratamiento. Partimos de la premisa que la fortaleza de la memoria
narrativa de cada individuo, permite al sujeto integrar su yo en el continuo
del tiempo a la par de visualizar y proyectar el futuro.
La memoria y la
recuperación de vivencias, son la punta del ovillo del aprendizaje
significativo en el entorno emocional, además juega como modelo en el uso de
las memorias intervinientes en los diversos actos del aprender. El tejido del
presente con las vivencias del pasado habrá de impulsar al sujeto hacia el
futuro. Aunque los niños no conciban aún una idea de futuro remoto seguramente
podrán esbozar la idea de continuidad si descifran que la vida es un continuo
en la que ellos están inmersos y sobre el cual tienen poder de actuar.
La tarea de
reparar o de reconstruir la memoria autobiográfica ofrece posibilidades para el
fortalecimiento del yo, una vez se encare el rescate de las memorias que salgan
a flote, pero habremos de entender que no se pueden fabricar memorias falsas
para sustituir la ausencia de recuerdos significativos, la acción sobre el
pasado en términos de implantar vivencias ficticias para recordar, es
imposible. Lo que sí está al alcance de la mano es ayudar a que los pacientes
puedan ser más conscientes de sus experiencias actuales, mediante la
elaboración reflexiva de lo que les sucede para que logren dotar de una
connotación afectiva sus vivencias; dicho mecanismo actuaría como fijador de
recuerdos y de significado. Pero el trabajo terapéutico puede naufragar si en
el contexto familiar no se proveen experiencias y diálogos de elaboración
lingüística en donde los hijos aprendan a comunicar sobre sus sentimientos, sus
preocupaciones, sus aspiraciones y otros asuntos vitales. Hay que diferenciar
los intercambios conversacionales dotados de significado de las conversaciones
cotidianas sobre las rutinas familiares, laborales o escolares, donde las
respuestas a las preguntas: ¿cómo te fue?,
¿pudiste hacerlo?, ¿qué hiciste?, generalmente son: bien, más o menos,
nada, lo mismo de siempre o similares.
El suministro de
experiencias significativas mediadas por los padres en conversatorios con los
hijos, aportarían sustancialmente a la salud emocional y a la integración del yo;
incluso si se trataran de recuerdos tristes o de situaciones de conflicto, ya
que la historia familiar y personal está conformada no solo de experiencias
felices, sino que cursan a la par espacios de confrontación con la frustración
y la dificultad, las cuales al ser acompañadas y elaboradas junto con los
padres o adultos a cargo, pueden metabolizarse e integrarse en las respectivas
historias personales.
Para arribar a
los objetivos terapéuticos, los padres requerirán ser partícipes y
colaboradores activos para consolidar los desarrollos que se promueven durante
el tratamiento, lo cual supondrá modificaciones sustanciales en la calidad y
administración del tiempo dedicado a cada hijo; esto implica una dosis de
renunciamiento a los fines egoístas de los adultos, así como una regulación de
los horarios dedicados al trabajo, cuya extensión suele servir para argumentar y justificar el
abandono emocional y la no ejercitación de la función tutorial que debe
ejercerse sobre los hijos, mientras son sujetos en formación.
Santa Cruz de la
Sierra, 20 de Julio del 2016
Bibliografía
consultada:
Solcof, K. (2016). Hacer Memoria (1ra. Edición).
Buenos Aires Argentina: Editorial Paidos SAICF
Santamaría,
A. y Montoya, E. M. (2014) La memoria autobiográfica:
el encuentro entre la memoria, el yo y el lenguaje. Recuperado de: https://www.researchgate.net/profile/Andres_Santamaria/publication/233683230_La_memoria_autobiografica_el_encuentro_entre_la_memoria_el_yo_y_el_lenguaje_Autobiographical_memory_An_encounter_between_memory_self_and_language/links/547317290cf24bc8ea19b1d7.pdf?origin=publication_detail
Lecturas
inspiradoras:
Quiroga,
R. Q. (2015). Qué es la Memoria (1ra, Edición). Buenos Aires Argentina:
Editorial Paidos SAICF
Solcof, K. (2016). Hacer Memoria (1ra. Edición).
Buenos Aires Argentina: Editorial Paidos SAICF
Golombek, D. (2011). Cavernas y palacios (2da.Edición)
Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores