La construcción del
Legado Emocional y Ético para Familias Inteligentes
La condición de finitud del ser
humano, ha sido siempre una fuente de incertidumbre y de angustia vital, que a
través del tiempo se ha manifestado en una intención permanente de dejar una
huella que de alguna manera se convierta en registro de nuestro paso por la
tierra. Ese trabajo titánico de la humanidad va dejando su rastro en todas las
diversas manifestaciones de cultura; desde las primitivas pinturas rupestres hasta
el edificio inteligente más moderno como expresión de la alta tecnología, a la
par que las ciencias, las artes y todas las disciplinas del saber humano. Todo
ello fruto del caminar humano por el sendero del tiempo; la vida cotidiana está
plagada de señales que otros han dejado para que recordemos su paso,
monumentos, ruinas, arcos de triunfo, bibliotecas, museos, nombres de calles y
de plazas, con la misión de activar permanentemente la memoria colectiva y así
crear la percepción de continuidad del fenómeno humano. Este cometido se ha
logrado con bastante éxito, aunque en diversos grados de consciencia según cada
persona o cada sociedad, en todo caso la trascendencia es un punto focal para
paliar la angustia frente a la evidencia de la muerte.
Los instintos de vida y de muerte
que conforman la base de nuestra vida psíquica están siempre en pugna, pues
ambos son constitutivos de la existencia, no podemos existir e ignorar que en
algún momento dejaremos la vida biológica, así como cualquier otro ser de la
naturaleza, con la diferencia que nos hemos ocupado de dejar huellas
reconocibles por otros, aunque pasen miles de años, tal como atestiguan los
restos de civilizaciones antiguas.
La lengua materna en sus
expresiones idiomáticas ha logrado su cometido de la mejor forma, pues cada
idioma o dialecto, es en sí mismo un compendio de la historia de cada comunidad,
cada grupo humano ha tenido que negociar y acordar el significado de cada
palabra para construir su realidad social y así conformar colectivos que logren
ser exitosos para sobrevivir. El lenguaje se instituye como el medio ideal para
dar continuidad y existir como grupo.
El registro de la historia y su
conocimiento es uno de los puntales del desarrollo humano aún con todas sus
limitaciones e imperfecciones, pues son innumerables los errores, injusticias e
incluso crímenes que se han cometido a lo largo y ancho de todo el planeta
desde que el hombre es hombre. Aun así, no podemos negar la importancia y
necesidad de reconocernos como sujetos históricos, pues ello se convierte en
parte de nuestra identidad como personas.
El tópico que nos ocupa hoy se
relaciona con la historia, pero con la historia más próxima a cada uno de
nosotros, se trata de la historia familiar, la cual notablemente se remonta
para cada individuo a no más de tres generaciones y a veces a cuatro cuando
alguien en la familia se ha dado el trabajo de guardar algunas memorias, unas
veces objetos y otras fotografías; de lo cual raramente se han preservado
algunos recuerdos sobre la vida de las personas; es decir sobre quiénes eran,
qué hacían, qué pensaban, cómo eran sus personalidades, en qué creían, cómo
eran sus costumbres y bajo que valores construyeron sus vidas y las de sus
descendientes. Otras veces se encuentran fragmentos desarticulados de la
historia familiar, debido a que pocas veces se ha dado importancia al registro
consciente y coherente de la vida y las dinámicas familiares. Incluso hoy
mientras escucha o leen este planteamiento se preguntarán con qué sentido nos
daríamos éstos trabajos, lo cual implica ciertamente un tiempo de dedicación,
así como crear una mística familiar que permita honrar, reconocer y tomar
cuanta de la historia familiar.
Consideramos que la familia es el
reservorio de la civilización y de los modelos de convivencia humana más
exitosos hasta la fecha, con todas sus limitaciones y claroscuros es un
poderoso organizador de la convivencia humana, pero las sociedades durante los
procesos educativos solo de manera muy tangencial educan o guían para la
preservación de éste núcleo de sabiduría ancestral. En consecuencia, los
adultos educados se ocupan mayormente se asuntos económicos y de la
administración de sus hogares como si se tratara de una pequeña factoría
destinada a proveer seres humanos de reemplazo para la sociedad. El amor y el
celo dispuesto para sus integrantes permite la cohesión del grupo y el
fortalecimiento de los lazos familiares, pero resulta insuficiente al momento
de promover una identidad familiar con mayor extensión en el tiempo.
La pregunta a continuación será:
¿Qué y cómo hacemos que esto sea una realidad?, es decir para que la familia se
mantenga como pilar de la civilización y para que se constituya en un punto de
referencia para generaciones venideras. Otra pregunta ¿Tendrá esta idea alguna
importancia para mi familia y para mí? Las respuestas son profundamente
personales ya que la presente es sólo una propuesta para intentar dar sentido a
nuestra existencia, a la de nuestros antepasados y a la de los descendientes.
¿Será que el legado familiar se limitará al traspaso de bienes o dineros a los
que nos siguen, o puede haber otro tipo de legado?
De seguro ésta sugerencia
implicará trabajos para las personas que decidan tomar la iniciativa, pero de
seguro será gratificante convertirse en historiador familiar, a la par que en
constructor de principios y valores que transmitir a sus hermanos, hijos,
nietos y familiares que se acerquen al consejo de familia. Es importante decir
que es una tarea de constante perfeccionamiento ya que en el transcurso de la
tarea irán surgiendo elementos para agregar, pues las personas de la familia
que decidan participar aportaran ideas e información que pueden formar parte de
ese legado que se puede edificar.
¿Por dónde comenzar? Por uno
mismo. De seguro en el transcurso de la vida se han recolectado experiencias
innumerables, tanto edificantes y exitosas como negativas o fracasadas, a éstos
fines todas serán valiosas; ya que son parte del transcurrir histórico de las
personas y de ello decantarán, las creencias, las habilidades para enfrentar la
realidad, la sabiduría de los mayores, la capacidad para resolver problemas, el
estilo propio de establecer relaciones con las demás personas, así como una red
de principios y valores que requieren ser preservados y transmitidos.
En las escuelas y en las
universidades nadie se ocupa seriamente de educar o de señalar el camino del
buen vivir en familia, prácticamente nos lanzamos en la aventura de fundar
familia con aquello se aprendió dentro del propio seno familiar, con sus altos
y bajos, con los aciertos y desaciertos; prácticamente la pareja joven encara
la nueva travesía sin brújula y sin plan de viaje; a la suerte de una
improvisación de a dos, suelen enfrentar retos enormes que son puestos a prueba
con el paso del tiempo; en ese intento muchas parejas naufragan y los náufragos
se salvan como bien pueden.
Partamos de que las familias son
imperfectas, a la vez que son un refugio para sus integrantes, la familia es un
faro que ayuda para no encallar. Esa luz no siempre es visualizada por todos,
porque en innumerables casos es tan poco lo que se habla de asuntos medulares,
que los grupos familiares cumplen escasamente con las funciones elementales de
criar, cuidar la vida, empujar hacia el trabajo y reproducirse.
Se ha perdido la tradición de
escuchar a los mayores y de aprender de la experiencia; el mundo actual demanda
un ritmo tan acelerado que pareciera una pérdida de tiempo o un sinsentido
detenerse para hablar y para reflexionar en familia. Por eso la intención de la
presente propuesta radica en llamarles para atender sobre su propia valía como
personas vigentes en la red familiar de cada uno, nunca es tarde para aprender
o para enseñar, por tanto, iniciaremos la conversación para motivarlos a pensar
sobre las formas prácticas en que se podría dejar un legado ético y emocional
para los que les siguen en línea de sucesión. Para ello necesitamos de un
vehículo objetivo para dejar constancia de la vida de cada persona y de sus
vínculos familiares. La presente inquietud deriva de los años que llevo en la
consulta clínica en consultorio psicológico, a lo largo de las ya décadas que
ejerzo la profesión he podido constatar que la red de ancestros de cada
paciente, salvo excepciones, es una especie de nebulosa con muy escasos datos
sobre los abuelos por ejemplo y menos aún sobre los bisabuelos, a veces unas
escasas fotografías de época son el único registro de las líneas familiares.
Son muy escasa familias las que tienen algún registro sistemático e intencional
de sus ancestros y en general, esos antepasados dejan de existir en las
memorias familiares para siempre, algunas culturas como la japonesa, o algunas
familias europeas dan importancia a ese guardado de memorias familiares, pero
en latino américa somos bastante negligentes en ello. Es importante aclarar que
no se precisa de tener fama alguna, sino de ser capaces de dejar un rastro
histórico de quienes somos y de quienes fuimos cuando ya no estemos en ésta
dimensión.
Cada persona dentro de sus
posibilidades y estilo tendría que motivarse y ser capaz de crear un archivo
familiar para que los descendientes tengan opción de conocer sus orígenes, pero
lo más importante será sentirse hábil para crear un marco ético y emocional,
susceptible de ser resguardado y transmitido hacia el futuro.
Para esto necesitamos tener
soportes físicos o digitales que puedan ser depositados en manos de los hijos,
nietos, sobrinos, hermanos, yernos o nueras, para que se conviertan en
guardianes de los tesoros no materiales de las familias. La creación de una
mística familiar que de importancia a éstas intenciones no será sencillo, pero
les aseguro que valdrá la pena y que dará sentido al futuro corto que encaramos
las personas mayores.
Es posible que requieran de
ayudas, hay que buscarlas, encontrarlas y comprometerlas para que se pueda
llevar a buen término la propuesta del presente conversatorio. No importa si no
tenemos ni una foto antigua, o tenemos pocos recuerdos de nuestros padres y
abuelos; con lo que tengamos a mano y en nuestra memoria podemos iniciar la
tarea. Los antropólogos son expertos en descifrar culturas enteras a través de
unos cuantos restos de objeto, de escrituras o de manifestaciones artísticas;
no seremos menos hábiles en recolectar piezas de cada rompecabezas familiar
para lograr el objetivo propuesto.
Los objetivos serán: poder
articular un discurso coherente sobre nuestra historia familiar, crear un
archivo de imágenes significativas para ilustrar esa historia y lo más
importante será poder plasmar por escrito o en grabaciones de voz aquellos principios
y valores en los que creemos y que sabemos servirán de luceros en el camino de
nuestros descendientes, una vez podamos darlos a conocer de manera formal a
cada grupo familiar.
Paula Benedict de Bellot