sábado, marzo 22, 2025

La construcción del Legado Emocional y Ético para Familias Inteligentes

 

La construcción del Legado Emocional y Ético para Familias Inteligentes

La condición de finitud del ser humano, ha sido siempre una fuente de incertidumbre y de angustia vital, que a través del tiempo se ha manifestado en una intención permanente de dejar una huella que de alguna manera se convierta en registro de nuestro paso por la tierra. Ese trabajo titánico de la humanidad va dejando su rastro en todas las diversas manifestaciones de cultura; desde las primitivas pinturas rupestres hasta el edificio inteligente más moderno como expresión de la alta tecnología, a la par que las ciencias, las artes y todas las disciplinas del saber humano. Todo ello fruto del caminar humano por el sendero del tiempo; la vida cotidiana está plagada de señales que otros han dejado para que recordemos su paso, monumentos, ruinas, arcos de triunfo, bibliotecas, museos, nombres de calles y de plazas, con la misión de activar permanentemente la memoria colectiva y así crear la percepción de continuidad del fenómeno humano. Este cometido se ha logrado con bastante éxito, aunque en diversos grados de consciencia según cada persona o cada sociedad, en todo caso la trascendencia es un punto focal para paliar la angustia frente a la evidencia de la muerte.

Los instintos de vida y de muerte que conforman la base de nuestra vida psíquica están siempre en pugna, pues ambos son constitutivos de la existencia, no podemos existir e ignorar que en algún momento dejaremos la vida biológica, así como cualquier otro ser de la naturaleza, con la diferencia que nos hemos ocupado de dejar huellas reconocibles por otros, aunque pasen miles de años, tal como atestiguan los restos de civilizaciones antiguas.

La lengua materna en sus expresiones idiomáticas ha logrado su cometido de la mejor forma, pues cada idioma o dialecto, es en sí mismo un compendio de la historia de cada comunidad, cada grupo humano ha tenido que negociar y acordar el significado de cada palabra para construir su realidad social y así conformar colectivos que logren ser exitosos para sobrevivir. El lenguaje se instituye como el medio ideal para dar continuidad y existir como grupo.

El registro de la historia y su conocimiento es uno de los puntales del desarrollo humano aún con todas sus limitaciones e imperfecciones, pues son innumerables los errores, injusticias e incluso crímenes que se han cometido a lo largo y ancho de todo el planeta desde que el hombre es hombre. Aun así, no podemos negar la importancia y necesidad de reconocernos como sujetos históricos, pues ello se convierte en parte de nuestra identidad como personas.

El tópico que nos ocupa hoy se relaciona con la historia, pero con la historia más próxima a cada uno de nosotros, se trata de la historia familiar, la cual notablemente se remonta para cada individuo a no más de tres generaciones y a veces a cuatro cuando alguien en la familia se ha dado el trabajo de guardar algunas memorias, unas veces objetos y otras fotografías; de lo cual raramente se han preservado algunos recuerdos sobre la vida de las personas; es decir sobre quiénes eran, qué hacían, qué pensaban, cómo eran sus personalidades, en qué creían, cómo eran sus costumbres y bajo que valores construyeron sus vidas y las de sus descendientes. Otras veces se encuentran fragmentos desarticulados de la historia familiar, debido a que pocas veces se ha dado importancia al registro consciente y coherente de la vida y las dinámicas familiares. Incluso hoy mientras escucha o leen este planteamiento se preguntarán con qué sentido nos daríamos éstos trabajos, lo cual implica ciertamente un tiempo de dedicación, así como crear una mística familiar que permita honrar, reconocer y tomar cuanta de la historia familiar.

Consideramos que la familia es el reservorio de la civilización y de los modelos de convivencia humana más exitosos hasta la fecha, con todas sus limitaciones y claroscuros es un poderoso organizador de la convivencia humana, pero las sociedades durante los procesos educativos solo de manera muy tangencial educan o guían para la preservación de éste núcleo de sabiduría ancestral. En consecuencia, los adultos educados se ocupan mayormente se asuntos económicos y de la administración de sus hogares como si se tratara de una pequeña factoría destinada a proveer seres humanos de reemplazo para la sociedad. El amor y el celo dispuesto para sus integrantes permite la cohesión del grupo y el fortalecimiento de los lazos familiares, pero resulta insuficiente al momento de promover una identidad familiar con mayor extensión en el tiempo.

La pregunta a continuación será: ¿Qué y cómo hacemos que esto sea una realidad?, es decir para que la familia se mantenga como pilar de la civilización y para que se constituya en un punto de referencia para generaciones venideras. Otra pregunta ¿Tendrá esta idea alguna importancia para mi familia y para mí? Las respuestas son profundamente personales ya que la presente es sólo una propuesta para intentar dar sentido a nuestra existencia, a la de nuestros antepasados y a la de los descendientes. ¿Será que el legado familiar se limitará al traspaso de bienes o dineros a los que nos siguen, o puede haber otro tipo de legado?

De seguro ésta sugerencia implicará trabajos para las personas que decidan tomar la iniciativa, pero de seguro será gratificante convertirse en historiador familiar, a la par que en constructor de principios y valores que transmitir a sus hermanos, hijos, nietos y familiares que se acerquen al consejo de familia. Es importante decir que es una tarea de constante perfeccionamiento ya que en el transcurso de la tarea irán surgiendo elementos para agregar, pues las personas de la familia que decidan participar aportaran ideas e información que pueden formar parte de ese legado que se puede edificar.

¿Por dónde comenzar? Por uno mismo. De seguro en el transcurso de la vida se han recolectado experiencias innumerables, tanto edificantes y exitosas como negativas o fracasadas, a éstos fines todas serán valiosas; ya que son parte del transcurrir histórico de las personas y de ello decantarán, las creencias, las habilidades para enfrentar la realidad, la sabiduría de los mayores, la capacidad para resolver problemas, el estilo propio de establecer relaciones con las demás personas, así como una red de principios y valores que requieren ser preservados y transmitidos.

En las escuelas y en las universidades nadie se ocupa seriamente de educar o de señalar el camino del buen vivir en familia, prácticamente nos lanzamos en la aventura de fundar familia con aquello se aprendió dentro del propio seno familiar, con sus altos y bajos, con los aciertos y desaciertos; prácticamente la pareja joven encara la nueva travesía sin brújula y sin plan de viaje; a la suerte de una improvisación de a dos, suelen enfrentar retos enormes que son puestos a prueba con el paso del tiempo; en ese intento muchas parejas naufragan y los náufragos se salvan como bien pueden.

Partamos de que las familias son imperfectas, a la vez que son un refugio para sus integrantes, la familia es un faro que ayuda para no encallar. Esa luz no siempre es visualizada por todos, porque en innumerables casos es tan poco lo que se habla de asuntos medulares, que los grupos familiares cumplen escasamente con las funciones elementales de criar, cuidar la vida, empujar hacia el trabajo y reproducirse.

Se ha perdido la tradición de escuchar a los mayores y de aprender de la experiencia; el mundo actual demanda un ritmo tan acelerado que pareciera una pérdida de tiempo o un sinsentido detenerse para hablar y para reflexionar en familia. Por eso la intención de la presente propuesta radica en llamarles para atender sobre su propia valía como personas vigentes en la red familiar de cada uno, nunca es tarde para aprender o para enseñar, por tanto, iniciaremos la conversación para motivarlos a pensar sobre las formas prácticas en que se podría dejar un legado ético y emocional para los que les siguen en línea de sucesión. Para ello necesitamos de un vehículo objetivo para dejar constancia de la vida de cada persona y de sus vínculos familiares. La presente inquietud deriva de los años que llevo en la consulta clínica en consultorio psicológico, a lo largo de las ya décadas que ejerzo la profesión he podido constatar que la red de ancestros de cada paciente, salvo excepciones, es una especie de nebulosa con muy escasos datos sobre los abuelos por ejemplo y menos aún sobre los bisabuelos, a veces unas escasas fotografías de época son el único registro de las líneas familiares. Son muy escasa familias las que tienen algún registro sistemático e intencional de sus ancestros y en general, esos antepasados dejan de existir en las memorias familiares para siempre, algunas culturas como la japonesa, o algunas familias europeas dan importancia a ese guardado de memorias familiares, pero en latino américa somos bastante negligentes en ello. Es importante aclarar que no se precisa de tener fama alguna, sino de ser capaces de dejar un rastro histórico de quienes somos y de quienes fuimos cuando ya no estemos en ésta dimensión.

Cada persona dentro de sus posibilidades y estilo tendría que motivarse y ser capaz de crear un archivo familiar para que los descendientes tengan opción de conocer sus orígenes, pero lo más importante será sentirse hábil para crear un marco ético y emocional, susceptible de ser resguardado y transmitido hacia el futuro.

Para esto necesitamos tener soportes físicos o digitales que puedan ser depositados en manos de los hijos, nietos, sobrinos, hermanos, yernos o nueras, para que se conviertan en guardianes de los tesoros no materiales de las familias. La creación de una mística familiar que de importancia a éstas intenciones no será sencillo, pero les aseguro que valdrá la pena y que dará sentido al futuro corto que encaramos las personas mayores.

Es posible que requieran de ayudas, hay que buscarlas, encontrarlas y comprometerlas para que se pueda llevar a buen término la propuesta del presente conversatorio. No importa si no tenemos ni una foto antigua, o tenemos pocos recuerdos de nuestros padres y abuelos; con lo que tengamos a mano y en nuestra memoria podemos iniciar la tarea. Los antropólogos son expertos en descifrar culturas enteras a través de unos cuantos restos de objeto, de escrituras o de manifestaciones artísticas; no seremos menos hábiles en recolectar piezas de cada rompecabezas familiar para lograr el objetivo propuesto.

Los objetivos serán: poder articular un discurso coherente sobre nuestra historia familiar, crear un archivo de imágenes significativas para ilustrar esa historia y lo más importante será poder plasmar por escrito o en grabaciones de voz aquellos principios y valores en los que creemos y que sabemos servirán de luceros en el camino de nuestros descendientes, una vez podamos darlos a conocer de manera formal a cada grupo familiar.

 

Paula Benedict de Bellot

 

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